Desde mi temprana adolescencia me di cuenta que necesitaba lentes para ver la pizarra en el colegio, para hacer parar la micro y ver las letras del subtítulo en el cine. Al principio, eran esas tres cosas que me "impedían" hacer una vida normal. Sin embargo, la miopía no de tregua y a medida de que el tiempo avanza su dimensión también. Con los años me hago más ciega.
Me decían que tenía "mal ojo" y literalmente porque siempre me enamoraba de personajes no muy agraciados. Y cuando pasaba algo en la calle era la última en enterarme porque la miopía me hacía despistada y un tanto lenteja para ubicarme en las calles. Mis amigas se reían de esta desventaja y yo, como todo chileno, lo tiraba para la broma. Era mejor reirse que llorar de la "desgracia". Hasta que hace 5 años atrás me compré unos lentes muy top. Ya que mi desventaja era notoria tenía que encontrar un modelo que me diera personalidad. Y así fue. Cada vez que me los pongo me siento una persona importante, que cumple un rol en esta sociedad, que puede lanzar una mirada y dejar loco a cualquier hombre. Muchas personas me han dicho que me opere, que la tecnología ahora es capaz de corregirme la vista y que no son necesarios los lentes, que tengo bonitos ojos. No puedo contradecirlos, los tengo pero cuando quiero hacerlos notar; es sencillo, me saco los lentes. También, los contacto son una opción para las más pretenciosas. Sin embargo, los ocupé, eran desechables y muy normales, me duraron 6 meses pero costaban los mismos que tengo ahora que me han durado más de 5 años. En general, soy una mujer muy sencilla, no me gusta resaltar y he descubierto que cuando me saco los lentes me hago invisible. ¡Es cosa de magia! Cuando no quiero ver la ciudad contaminada, ni las poquísimas estrellas que iluminan en la noche, o la cara amargada de los transeúntes o las espinillas o marcas en el rostro de los demás me saco los lentes y dejo de preocuparme. Una amiga me decía que yo veía "ponies", que no veía la realidad y claro que es cierto. Para mí es genial cuando me saco los lentes y descanso de la realidad y me pongo a soñar con un mundo más perfecto. Los miopes somos así, demasiado idealistas para querer arreglarnos la vista.
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