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viernes, 23 de julio de 2010

¡Unos simples Rocklets!

Era sólo un chocolate, pero sí supieran los buenos recuerdos que me trae. Bueno, en medio de la tentación y aprovechando que hacía frío me compré unos Rocklets, apenas me eché uno a la boca mi mente se trasladó a otra parte: La Serena, playa, vacaciones junto a mis primas, año 2001.

Comenzaba el  mundo de las conquistas para mí. Tenía 13 años, había pasado a primero medio y tenía unas ganas enormes por conocer el mundo, sobre todo, al sexo masculino. Pendeja agrandada quería ser como las demás compañeras de curso que estaban pololeando.

Aquella noche, nos habíamos vestido para salir con mis primas, queríamos que nos miraran o qué sé yo, lo típico que uno hace en la playa. ¡Era pendeja!, pero como siempre me veía más grande, fácilmente podría decir que tenía 15. Paseamos por la Avenida del Mar un poco más atrás que mis padres, que nos venían vigilando "por si acaso". Hasta que pasamos por un negocio que se llamaba "El Grifo", entramos y nos compramos unos Rocklets, que para esa hora de la noche era lo mejor. Nos sentamos, no pasaron ni cinco minutos y dos argentinos se acercaron a nosotras, uno moreno y otro rubio. ¡Perfecto para nosotras, eran unos bombones! Conversamos, nos contaron de su vida y que estaban de vacaciones acá, mientras no sé cómo y ni me acuerdo nos comimos todos los chocolates. 

Esa noche jamás la olvidaremos, nuestros ojos brillaban y como pendejas creíamos que los ibamos a volver a ver. Por eso, cada noche nos poníamos a la misma hora, en el mismo lugar, con los mismos Rocklets, como si fuera un ritual. Porsupuesto, jamás los volvimos a ver pero creo que fueron unas de las vacaciones más lindas que he tenido, con tantas anécdotas y ésta que queda para contarla a los nietos. 

Por eso, a veces, las mujeres nos compramos cosas que engordan y es que parece un simple chocolate, mas ¡si supieran lo que provoca en nuestra mente!

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