Durante mucho tiempo te dedicaste a cultivar tu soledad. Tanto tiempo que ni siquiera te sentías sola, te hacías compañía y estabas acostumbrándote a esta realidad. Que, viéndole el lado bueno, no es para nada triste. La cosa es que llegó un compañero, un mino bkn, que siempre quisiste tener e imaginaste durante tantos años junto a tu almohada. ¿Cederás?
Así está la cosa. Te acostumbraste a salir con tus amigas, a tener carretes todos los fines de semana, a andar sola hasta altas horas de la noche, pero no faltaba el amiguito (que te tira los corríos) que te fuera a dejar a la casa, soltera pero nunca sola ese era tu lema. Tu tiempo lo distribuías equitativamente: entre el estudio, trabajo, familia, amigos y actividades recreativas. Todo calzaba perfecto, poco tiempo te quedaba para pensar en un pololo.
La cosa es que apareció, derrepente llegó, ni siquiera avisó y ya está en tu vida. Estás feliz, pero te da miedo que quiera quitarte el terreno que con tanto esfuerzo te dedicaste a cultivar durante todo este tiempo y es que anteriormente tuviste una relación tormentosa, esas que te quitan más que te dan, esas que te dejan huellas en el corazón, esas que te hacen renacer como persona y te dejan a la defensiva. Ustedes saben a las que me refiero. Entonces, llega este príncipe que lo único que quiere es estar contigo, te pide tiempo, espacio y mucho cariño. Se llega a enamorar de ti, dice te quiero y espera una respuesta. ¡Qué incómodo!
Si queremos estar con alguien de alguna u otra manera hay que ceder, renunciar a algunas cosas. No sólo a los minos o al carrete. Ahora este espacio que ocupabas con tus amigas, será él quien lo utilice para vuestra relación. Ya no serás tu nombre, si no "la polola de..." Si quieren encontrarte ya no te van a llamar al celular, sino que le preguntarán a él. Eso es lo que más me carga del compromiso, que uno pierde autonomía.
¡Me resisto! Durante tanto tiempo estuviste "sola" que se te olvidó qué era estar con alguien. Lo único que conseguirás con tu independencia es alejar a quien podría ser, el amor de tu vida. Más vale tentarse a dejar de intentar ¿no?
Así está la cosa. Te acostumbraste a salir con tus amigas, a tener carretes todos los fines de semana, a andar sola hasta altas horas de la noche, pero no faltaba el amiguito (que te tira los corríos) que te fuera a dejar a la casa, soltera pero nunca sola ese era tu lema. Tu tiempo lo distribuías equitativamente: entre el estudio, trabajo, familia, amigos y actividades recreativas. Todo calzaba perfecto, poco tiempo te quedaba para pensar en un pololo.
La cosa es que apareció, derrepente llegó, ni siquiera avisó y ya está en tu vida. Estás feliz, pero te da miedo que quiera quitarte el terreno que con tanto esfuerzo te dedicaste a cultivar durante todo este tiempo y es que anteriormente tuviste una relación tormentosa, esas que te quitan más que te dan, esas que te dejan huellas en el corazón, esas que te hacen renacer como persona y te dejan a la defensiva. Ustedes saben a las que me refiero. Entonces, llega este príncipe que lo único que quiere es estar contigo, te pide tiempo, espacio y mucho cariño. Se llega a enamorar de ti, dice te quiero y espera una respuesta. ¡Qué incómodo!
Si queremos estar con alguien de alguna u otra manera hay que ceder, renunciar a algunas cosas. No sólo a los minos o al carrete. Ahora este espacio que ocupabas con tus amigas, será él quien lo utilice para vuestra relación. Ya no serás tu nombre, si no "la polola de..." Si quieren encontrarte ya no te van a llamar al celular, sino que le preguntarán a él. Eso es lo que más me carga del compromiso, que uno pierde autonomía.
¡Me resisto! Durante tanto tiempo estuviste "sola" que se te olvidó qué era estar con alguien. Lo único que conseguirás con tu independencia es alejar a quien podría ser, el amor de tu vida. Más vale tentarse a dejar de intentar ¿no?
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