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viernes, 21 de octubre de 2011

¿Cuál es el límite?

Como periodista de una revista teenager tengo que lidiar con muchos guapetones. Una de las cosas que me encanta de este oficio en particular, es que conozco a mucha gente, hombres y mujeres, y detrás de ellos hay una enseñanza, una historia o un acontecimiento que me marca, del cual luego hago una obra de arte. Sí, escribir una nota a un famosillo, es una obra de arte. (Para que vean que quiero mi pega)
Siempre voy arreglada, bien presentada y mi cara de quinceañera me acompaña gratamente, muchas veces me confunden con la entrevistada o con la candidata de la revista. Y la verdad es que hace harto tiempo pasé los diezytanto, mejor dicho me encuentro cerca del cuarto de siglo. (A mucha honra) La cuestión es que ¡¡¡cómo resistirse a estos guapetones!!!! Hay veces que las hormonas le ganan a los cinco años de periodismo y me gustaría que la ética se fuera a las pailas... pero no, pienso en la pega, en mi esfuerzo y me mantengo como una periodista seria.
Muchas otras quizás aprovecharían la situación para sacarse una foto con el famosillo o pedir un autógrafo. Creo que una sola vez me he salido de la seriedad y es que era ¡¡¡MIGUEL PINTO!!! Mi arquero favorito de la Universidad de Chile. Ocurrió así: Estaba haciendo la práctica en un diario en sección deportes. Justamente mi amigo de práctica le había tocado reportear la enfermedad que tiene el actual arquero del Atlas de México: psoriasis. Como tenía experiencia con la enfermedad, porque a un pariente cercano le tocó vivirla, me las jugué y le dije "me encanta Miguel Pinto, déjame ir a mí". Habló con el Editor y aceptó. Así que con lo que pude me fui al baño a arreglarme. Llegué tarde, pero me lo encontré detrás de la cortina, ya había sido su conferencia de prensa. Respiré un poco, me peñisqué por si estaba soñando (NO! en realidad era él) e interrumpí su comida para hacerle la pregunta de rigor. Él me miró, tragó y contestó la pregunta. Los demás medios permanecían en silencio. La verdad es que yo debía llegar con la nota así que no me importaba que estuviera ocupado, tenía que llevarle una cuña a mi editor. Rebatí dos preguntas más, de ahí comenzaron otros medios, luego le hice la pregunta en relación a la selección (que era la importante para el diario), incluso lo hice sonreír y luego hubo un momento en que unos fanáticos se tomaron fotos. Ahí se acercó mi fotógrafo, un cabro también en práctica muy amoroso, le pidió un autógrafo para su hermana y ahí (con mucha perso) le dije "sácate una foto conmigo, tengo que llevarle pruebas a mi editor". Se sonrió, lo agarré de la cadera pero él no quiso salir tan comprometido, al parecer lo intimidé con mi brazo inquieto. Era de mi porte, un poco más alto, yo salgo sonriendo y él con cara de "no estoy haciendo nada malo". De ahí me despedí de beso y fue el día más feliz de mi vida. Cada vez que lo veo en pantalla no puedo creer cómo no lo agarré a besos. Bueno, para que vean la ética fue más fuerte. 

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