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lunes, 7 de septiembre de 2009

Las promotontas

Las promotontas son esas muchachas que adornan con su belleza los pasillos de cada supermercado. Generalmente, usan trajes adecuados a la marca que venden, ofrecen productos y con una sonrisa conquistan al cliente. Parece fácil, la manera más rápida de ganar dinero... si supieran lo que se esconde bajo ese traje y esa bella sonrisa.


Levantarse a las 8.30 de la mañana un día sábado, con lluvia, después de haber salido a recrearse la noche anterior es una de las acciones que más cuesta al empezar el día como promotora. Correr de un lado a otro, tomar la micro y el metro con el traje de huasa en la mano, porque al gerente se le ocurrió la brillante idea de recibir el dieciocho de aquella forma. Como simple modelo, como simple adorno que está ahí para ofrecer un producto, si más que mal por eso te pagan.
Pro fin llegas al supermercado un tanto atrasada y por estar pendiente del traje de huasa te olvidas de los papeles de presentación. Por buscarlos dentro de tu cartera, te atrasas, te vistes rápidamente en un camarín indigno, donde el frío se pasa por todas partes y que además es compartido por hombres y mujeres. "Y eso que es el Lider Vitacura", piensas; "si estos cuicos tienen plata, ¿por qué no se preocupan de acoger mejor a la gente que trabaja aquí?" y te resuena en la mente el discurso resentido hacia al poder capitalista, mientras te sigues vistiendo.
Se te rompe el cierre de la falda, no está tu mamá para ayudarte y tus compañeras están en la misma. Como sea, con ingenio, te la pones y te la cierras de alguna forma. Lo importante es no atrasarse más. Piensas "pucha no debí haber comido tanto al desayuno" y es que no todas las promotoras tienen un cuerpo espectacular y a veces te pasan tallas mucho más chicas. Después de haber luchado con el traje y tratar de verme bonita, me presento ante el supervisor del supermercado, sin antes mojarme hasta llegar a su puerta, ya que los inteligentes dejaron al interperie el camarín de promotoras. "Hola buenos días", me dirijo con una sonrisa, "sabes que por estar pendiente del traje se me olvidó traer los papeles" y con cara de pena pido que me dejen pasar, sabiendo que quizás reciba un "No" por respuesta. El muchacho de no más de 25 años con una sonrisa me dice "ya, pasa no más, pero no le digas a nadie", era evidente que era promotora, de lo contrario no me vestiría así. Primera etapa pasada. Ahora vamos a la sección de Licores donde me toca trabajar.
El olor en "gamma", por donde entran las promotoras, es, simplemente, vomitable ya que está cerca del depósito de basura y la limpieza, por lo que la cara de asco dura hasta que te paras frente al producto. Cerca de la góndola donde están los vinos, la sonrisa suele ser más natural, más que mal te están pagando por la presencia. Tú saludas y ofreces el producto, unos sonríen, otros pasan de largo sin mirarte.
Te hacen preguntas como "¿dónde están las aceitunas? o ¿qué hora es?", sabiendo que vendes vinos y como respondes "No sé caballero, yo no soy de esa sección o no sé no tengo reloj", se enojan, creyendo que estás ahí para ayudarlos en lo que se les ocurra. Por eso nos dicen las promotontas, porque creen que estamos ahí porque el supermercado nos contrata, para atender al cliente y si no lo sabemos... dicen "otra promotonta más, como no vas a saber si tú trabajas aquí". Pero no somos expertas, la mayoría quiere ganarse un par de luquitas fácilmente para costear sus estudios, alimentar a su hijo o ayudar en la casa. Además de todos esos problemas económicos, por los cuales debes salir a "ganarte la vida", debes soportar, muchas veces, que los clientes te traten como esclava. Está bien, como dicen, "el cliente siempre tiene la razón", pero no por eso te puede manduquear. Si hasta la fecha me han preguntado, ¡cómo tanto digo yo!, obviamente la risa es natural y uno se suele sorprender con las preguntas que hace el cliente.
Otra cosa que debemos soportar, son los celos e inseguridades de las mujeres chilenas. Es cierto, los hombres se ponen "tontos" cuando ven a una chica atractiva, más encima que lo atienda, pero ¿qué culpa tiene una de ser más agraciada que la señora, o, simplemente, que el marido babee con las faldas y poleras con escote?. Además, el traje nunca es taaaaaaan provocativa y no todas las promotoras son bonitas, pero sí especialistas para vender la pomada. Decimos "están en oferta" y la gente cae redondita, "hay un 50% de descuento" y se dan vuelta para mirar y no falta la que dice "en mi casa lo toman y siempre les gusta" adhiriéndole un toque más cercano a la conversación con el cliente.
A pesar del trato deshonroso que recibimos por parte de los supervisores y las malas condiciones que tenemos que pasar al cambiarnos de ropa, expuestas al frío, a las infecciones y otro tipo de enfermedades, tenemos que trabajar, tenemos que presentarnos, pero mejor hacerlo con una sonrisa que alegando todo el día. Por eso admiro a mis compañeras, que pueden haber peleado con su pololo el día anterior, haber carreteado toda la noche y pasar de largo, tener problemas con la familia o que algún cliente la haya humillado, pero siempre están con una sonrisa, aunque estén cansadas de estar paradas y que, muchas veces, nadie les lleve su producto. Es cierto, parecemos tontas con la sonrisa automática, pero tontas felices, no como la mayoría de la gente que transita por los supermercados: amargada, apurada y con ganas de salir luego.
A la salida, una enorme fila te espera, te deben revisar para que no te lleves nada del supermercado. En los bolsillos y entre los calcetines se suelen esconder cosas, por lo que son los lugares más hurgados para seguir con la humillación. Y luego, en la puerta del camarín te hacen esperar más de diez minutos bajo la lluvia ya que no estás dentro del horario. "Señorita todavía no son las dos, asi que si le pasa algo la empresa se hace responsable", como burlándose de la situación. Realmente, antes de ir a trabajar al Lider Vitacura (Buenaventura 1770) lo pensaré nuevamente, ya que las dos veces que he ido para allá he caído en cama.
La Jean

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